El Arte de la Soltería

Que el matrimonio sea, en general, una terrible desgracia, casi nadie lo niega. Pero más temible y devastador es el desgaste de la soltería. Por lo menos en los hombres.

El hombre (me refiero al varón) que a partir de cierta edad pretenda ejercer el casi imposible arte de la soltería esta expuesto a que la gente lo clasifique con uno de los diagnósticos siguientes: viejo verde o viejo maricón.

Lo más grave de esta dosis de repulsión entre la gente, es que el soltero es presa de las garras del pánico. Y alguien que sienta pánico por su soltería o se casa muy mal o no consigue a nadie. De los que encuentran a alguien, así sea una pésima pareja no voy a hablar pues no los reconozco después de que se pasan al bando de los sufridos casados.

Según Samuel Johnson, “El casado padece muchos sin sabores, pero el soltero no goza de ningún placer”. Tal vez sea así. O tal vez los placeres del soltero son demasiado solitarios para que nadie los conozca; sólo el soltero lo sabe.

Disputan los filólogos si la palabra soltero viene de solo o de suelto. Según el punto de vista que se mire, se dice que el soltero padece de soledad o disfruta de libertad. Creo que después de todo, ambas cosas son ciertas, el solterón es, al mismo tiempo, más solo y más libre, pero su libertad, a la larga, no es una bendición sino una condena.

¿Por qué? Porque cuando uno se acostumbra por mucho tiempo a hacer solamente lo que le da la gana, se vuelve insoportable. Insoportable, sobre todo, porque uno mismo no soporta a nadie. La soledad es buena y conveniente, pero corroe si se la prolonga demasiado. Para conocerse hacen falta dosis iguales de soledad y convivencia. La pura soledad produce solamente ermitaños, y la pura convivencia degenera en bobada.

El solterón es “idiático” como decía mi abuela, tiene manías, caprichos, anda con todas las puntas de su personalidad expuestas, sin limar por el contacto con otros. Si uno no se acostumbra a esas molestias y comete la ingenuidad de separarse de la pareja o de quien esté con uno, acaba por no aguantarse ni a si mismo.

Eso es lo que creo de la soltería masculina. La femenina es un fenómeno, creo yo, muy distinto. Ante todo, las solteronas nunca dejan de ser educadas por los niños, porque bien sea con sobrinos, alumnos, huérfanos, las mujeres se las ingenian para estar siempre con menores que las vayan educando. Así que esas aristas que los solteros nunca pulen, las solteras las mantienen bajo control. En general, el soltero es tosco y la soltera es alegre. Además, un solterón sufre, sobre todo, a causa de sí mismo (los solterones son víctimas de sí mismos) toda la vida. En cambio, las solteras cuando se convierten en solteronas, dejan de sufrir.

Esa es mi opinión, pero podría estar equivocado.


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